Al analizar la pandemia de salud que se vive a nivel mundial actualmente nos percatamos que hemos vivido mucho tiempo en la normalidad y seguridad de nuestras vidas. Hoy experimentamos tiempos anormales, de crisis, de riesgo.

El sistema educativo nos acostumbró a desarrollar competencias para la vida, de una vida que hoy no existe. La educación para el emprendimiento, el tomar riesgos, el buscar innovar, siempre se daba en el espacio seguro de escenarios ficticios que hoy son superados por la realidad.

Es aquí donde las historias de nuestros ancestros que hablaban de su participación en la Revolución o los testimonios de las personas que vivieron en situaciones de guerra, secuestro, violencia, extrema pobreza o aislados nos enseñan estrategias prácticas que los sistemas educativos omitieron enseñar.

Entre los grandes ganadores en este periodo de crisis se tienen: la revolución de la comida, selección de lo sano, natural, que permanece más tiempo con sus propiedades nutricionales. La expansión de interacciones personales mediadas por nuevas tecnologías de la comunicación como el home office, videoconferencias educativas, comercio en línea, telemedicina, terapia en línea, cine y teatro en casa, banca móvil, expansión de servicios de las Fintech, tecnologías de soporte al cliente.
Robótica y automatización para mantener los flujos de producción con menos individuos en planta, simplificación de cadenas de suministro, mantenimiento de flujos de productos de primera necesidad como alimentos, medicina, movilidad a centros de atención.

Ante esta realidad de adaptación permanente: ¿Cómo educar para la adversidad? Simplificando las competencias necesarias construyo un decálogo básico:

1. Cuidado personal real: aprender a cuidar nuestra alimentación, aseo, salud, ejercicio, balance de vida, estado emocional y espiritual.

2. Mejora en las relaciones familiares y de amistades: estar encerrados en casa nos ayuda a descubrirnos más, comunicarnos más, pelearnos, negociar, acordar. Descubrimos el valor de interactuar con nuestros seres queridos y amistades.

3. Control emocional: que se traduce en calma, respeto al otro, control de las emociones, empatía para escuchar, tranquilidad, reflexión, y paz interior.

4. Valor: aceptación de la propia situación, reconocer lo vivido, distinguir los límites personales, visualizar nuestras fortalezas e impulsarnos positivamente día a día.

5. Esperanza: un sentimiento humano de que hay algo más después de esto, virtud que nos lleva a crear futuros y construirlos, energía interior que nos hace despertarnos y levantarnos un día más, y otro, y otro…

6. Solidaridad: es momento de apoyar a otros que nos necesitan, dar de lo que tenemos para que otros puedan vivir, donar sangre, compartir alimento, dar propina, proteger al anciano, aislarnos para proteger a otros.

7. Amor a nuestro mundo: es el único espacio que tenemos, conservar los recursos naturales, optimizar los productos, evitar contaminar.

8. Resistencia: ser fuerte, perseverar, continuar, proseguir, avanzar, luchar, levantarse en la caída, ser resilente ante la adversidad.

9. Ordenar nuestra vida: El dan sha ri japonés que lleva a rechazar las cosas innecesarias, deshacerse de las cosas inútiles que poseemos y quedarnos sólo con aquello que requerimos.

10. Amor a nuestro país: nuestra familia, amigos, gente que habitamos en este espacio. Nos merecemos líderes que se comprometen con optimizar los bienes, generar riqueza, impulsar desarrollo a pesar de los problemas y construir para todos un México justo, fraterno y más humano.

Nuestra ciudad y nuestra gente nos necesitan hoy. Construyamos espacios de solidaridad que, con valor, paz interior, resistencia y pasión por México contribuyan en avanzar en estos tiempos duros.
No será la primera ocasión en la que nos encontremos en situaciones adversas. Sobrevivamos, aprendamos y salgamos fortalecidos.

| Por Rafael Campos Hernández | Vía expansion.mx |

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