El mercado, en puntos de venta, finalmente cerró con un déficit de -20% en valor, según Nielsen; pero las bajas ventas a gobierno, escuelas y empresas privadas arrastraron a la industria a una contracción de hasta -30 por ciento.

En 2020 la industria editorial mexicana vivió una de las temporadas más irregulares y también trascendentales de su historia. La crisis económica generalizada obligó a acelerar los procesos de incorporación tecnológica de los distintos eslabones de la cadena del libro y ahondó la brecha entre los pequeños y grandes libreros y editoriales, así como evidenció la falta de políticas públicas en favor de esta actividad.

La agencia Nielsen Bookscan México, con registros del 80% de los puntos de comercio en el país, presentó los resultados del año por ventas de libros físicos tanto en términos de volumen como de valor.

En el año se vendieron 13 millones 801,845 ejemplares impresos por los que hubo una facturación de 3,033 millones 587,412 pesos. Lo anterior quiere decir que para el mercado en los puntos de venta hubo déficits anuales de -23.5% en volumen y de -20% en valor, en comparación con 2019.

El peor momento del año se vio en la semana 15 (del 6 al 12 de abril), cuando, a unas semanas de declarada la Jornada Nacional de Sana Distancia, se reportó una venta de apenas 20.3 millones de pesos y se tocó un fondo de -88.2 por ciento.

Durante los meses de abril y mayo, en el cierre de actividades consideradas no esenciales, entre ellas la industria editorial, el déficit en valor se mantuvo por abajo de -50 por ciento.

Fue en junio, con el inicio de la conversión escalonada al semáforo sanitario naranja, que las autoridades permitieron la reapertura de los negocios de barrio, entre ellos las pequeñas librerías; sin embargo, como este diario dejó constancia, varias de ellas no pudieron reabrir por falta de liquidez.

La Red de Librerías Independientes (RELI) reportaba que un 70% de sus afiliadas se declaraba en algún grado de riesgo. “Las pérdidas son totales después de tantos meses de tener la librería cerrada. Todos los costos se nos han venido acumulando, de tal manera que la librería quedó totalmente descapitalizada”, declaró entonces Alejandro Zenker, cofundador de la Librería del Ermitaño, uno de los negocios en la Ciudad de México que no pudieron retomar.

A la par, el comercio digital comenzaba su crecimiento. Pasó del 2% antes de la pandemia al 5 o 6%, según estimaciones de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem). Las editoriales Almadía, Era y Sexto Piso cerraron filas para lanzar la campaña #DependientesDeLectores e impulsar sus ventas directas. El consorcio editorial Penguin Random House hacía lo propio desde sus páginas de venta en línea. A la par, los independientes expresaron su preocupación por la desventaja en que las ventas directas dejaban a los ya mermados negocios independientes.

En la segunda semana de agosto, el Diario Oficial de la Federación declaró esenciales a las actividades comerciales efectuadas por editoriales y librerías, lo cual garantizó su apertura durante el semáforo naranja. Todavía en septiembre se esperaba que, a pesar de la recuperación, el abismo anual sería de -30% para el sector cuantificado por Nielsen.

En el último trimestre los datos favorecieron, incluso hubo dos periodos con números positivos: de 19.2% en octubre y de 8.4% en noviembre, mientras que las semanas 51 y 52, en diciembre, fueron las más altas del año. Sin embargo, hubo un nuevo descenso a partir del 20 de diciembre, cuando las autoridades de la Ciudad de México volvieron a excluir a las actividades editoriales de las esenciales.

Bajas ventas al gobierno, otro gran factor

Pero las gráficas proporcionadas por Nielsen Bookscan México, con un cierre del -20% en la facturación, con resultados de la venta en supermercados, tiendas departamentales y librerías, representan poco menos de la mitad de las ventas de toda la industria.

El otro rubro de peso es el denominado por la Caniem como de alcance cerrado, es decir, el producto de las ventas a gobierno, escuelas y empresas privadas, que, por ejemplo, en 2019 significó el 49.4% del mercado nacional y que incluye la venta de libros de texto para secundaria a través de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg), el Programa Nacional de Inglés, las ventas de libros infantiles y juveniles, así como para bibliotecas públicas y escolares.

“En la venta de libros de texto de secundaria no hubo ninguna alteración, el programa fluyó muy bien con la Conaliteg. Las ventas fueron por más o menos 1,200 millones de pesos. Pero, por otro lado, no tuvimos prácticamente ningún otro tipo de ventas al gobierno”, comparte en entrevista Juan Luis Arzoz Arbide, presidente de la Caniem.

En diciembre pasado, en el marco de la FIL Guadalajara, la cámara presentó una previsión para el cierre de 2020 con dos escenarios posibles. En el mejor de los casos se avizoraba un déficit general de -22%, mientras que en el peor escenario, un déficit de -29 por ciento. Y el cierre generalizado no fue favorecedor.

“Calculo que lo cerramos con un -28 o -30% en todo el mercado englobado, tanto en obra general como en libros de texto”, señala Arzoz, “porque el mercado de libros de texto quedó con un 35% abajo. Es un golpe durísimo”.

Por otro lado, reflexiona, “si observamos la gráfica de Nielsen, la semana 51 fue la más alta de todo el año. La recuperación venía en serio, hasta que llegó este semáforo rojo que le volvió a dar un frentazo a la industria. La realidad es que a la industria editorial y las librerías nadie les hace mucho caso. No sorprendió que las librerías no fueran consideradas dentro de las actividades esenciales, pese al Diario Oficial de la Federación,  en un acuerdo que además tenía fecha de vencimiento hasta el 31 de diciembre.  Y no nos explicamos por qué”, concluye Juan Luis Arzoz.

Defiende el negocio presencial

“No dejaremos que nos eliminen como principal punto de encuentro”: RELI

Para la Red de Librerías Independientes, 2020 “fue un año en el que vimos cuán vulnerables son las pequeñas librerías por la falta de infraestructura, de profesionalización y de una agrupación que reúna a los distintos eslabones y los haga dialogar, así como por la ausencia de políticas públicas. Se agudizaron todas las fracturas que habíamos identificado desde hacía mucho tiempo”, reflexiona Claudia Bautista, presidenta de la red.

La emergencia sanitaria, el cierre de actividades no esenciales en el segundo trimestre y, por consecuencia, la crisis económica generalizada causaron para la red el cierre definitivo de dos librerías y de otras cinco que continúan su actividad únicamente en las redes sociales.

“Fueron muy pocas las que lograron subirse a este muy seductor negocio en línea, porque es mucho más complejo de lo que algunos tratan de vender, puesto que requiere de proyecciones a largo plazo. Incluso algunos de los colegas que lograron subirse a la ola del e-commerce tampoco pudieron salir tan ilesos de la caída de las ventas”.

Con ayuda de la cadena de librerías El Sótano, socio distribuidor de la red, en junio pasado se creó una plataforma de comercio en línea (libreriasindependientes.com.mx) a través de la cual el usuario puede elegir a qué librería beneficiará con su compra.

Desde entonces y hasta diciembre, esta plataforma ha recibido un total de 32,000 visitantes, de los cuales 70% son mujeres, aunque dicha cantidad de visitas no se ha reflejado en las compras. De acuerdo con información compartida por la red, en siete meses se han registrado menos de 600 compras equivalentes a menos de 200,000 pesos.

“Si bien en esta plataforma las ventas no son tan atractivas, de manera que nos permitan sufragar los gastos operativos, como la renta o los sueldos, es un inicio para irnos fogueando en esta tendencia que ya no va a dejar de ser. Nos dimos cuenta de que debemos ceder parte de nuestro principal atractivo como librerías independientes, que es la cercanía con la gente, algo que en el mundo virtual resulta difícil de transmitir”.

Sin embargo, reitera Bautista, el peso del mercado digital aún no es suficiente para desplazar la experiencia presencial de comprar libros. Hay un interés por lo tangible que se reflejó en el último trimestre en las compras con las independientes, con un boom en las ventas de libros infantiles como en ningún otro año.

“La reconstrucción de la cadena tiene que empezar por la librería. Como RELI vamos a seguir empujando el precio único permanente y defendiendo nuestro trabajo como principal enlace ante el libro y el lector. Reconocemos todo lo mal que hemos hecho, lo que nos falta, pero no por eso vamos a dejar que nos eliminen como principal punto de encuentro”.

Por Ricardo Quiroga vía El Economista

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